EL CALENTAMIENTO GLOBAL CAMBIA EL COMPORTAMIENTO DE LAS AVES

  El calentamiento global cambia el comportamiento de las aves. Científicos de la Universidad de Carolina del Norte (EE. UU.) revelaron que el aumento de la temperatura en un grado hace a las aves volver a sus ‘tierras natales’ entre un día y seis días más temprano. Además cambian la ruta de su viaje.
  Durante 10 años los ornitólogos investigaron cómo migran las aves que habitan en el este de Norteamérica, con la ayuda del proyecto voluntario ´eBird`. El programa cuenta con 48 millones de observaciones realizadas por 35.000 voluntarios, que fijaron el paso de 18 especies de aves.
  Los investigadores concluyeron que en primavera las aves vuelven a Norteamérica en promedio más temprano, a medida que el clima es más cálido.
  Según los biólogos, durante la migración las aves tienen unas condiciones de vida más difíciles, en muchas ocasiones sufren la falta de comida. Éste hecho a su vez, puede llevar a la extinción de algunas especies y a la evolución de otras.
  “El momento cuando las aves empiezan y terminan su migración influye mucho en su vida, porque aunque sean pequeñas correcciones en su ´horario de vida`, significa que comienzan a criar en otro tiempo, sin tener todo lo necesario para hacerlo. Tales fallas puedan poner en peligro la vida de futuras generaciones y llevar cuando menos la disminución de la especie,” comenta Allen H. Hurlbert, el jefe del proyecto.
  Actualmente el calentamiento global es uno de los problemas más discutidos. Según la prognosis de los científicos, en los próximos 50 años la temperatura promedio del aire podría aumentar entre 2 y 3 grados centígrados.
Publicado: 26 feb 2012 | 19:45 MSK

El gran debate de la agricultura mundial

 
  “La agricultura moderna, tal como hoy se practica en el mundo… está explotando excesivamente el suelo, nuestro recurso natural básico, y es insostenible porque hace un uso intensivo tanto de la energía proveniente de los combustibles de origen fósil como del capital, al mismo tiempo que básicamente no tiene en cuenta los efectos externos de su actividad”, declaró Hans Herren, co-presidente del IAASTD. “Si seguimos con las actuales tendencias en materia de producción de alimentos agotaremos nuestros recursos naturales y pondremos en peligro el futuro de nuestros niños.”
  La agricultura es la actividad más importante de la humanidad, en términos ecológicos al igual que económicos. Según algunos estimados, 70% del agua que utilizamos va a cultivos y animales de finca, y la agricultura ocupa más espacio que cualquier otra actividad humana. Según la Organización de las Naciones Unidas para Agricultura y la Alimentación (FAO), la agricultura emplea al menos la mitad de la fuerza trabajadora del planeta, por lo que debemos concluir que no hay ni habrá ninguna actividad económica que genere tantos empleos como el agro. Es por esto que entendemos que la agricultura debe estar en el centro de todo proyecto de cambio social revolucionario, no puede ser una nota al calce ni uno de muchos items de agenda.
  La agricultura es el factor más importante en el cambio climático. Según la organización no gubernamental GRAIN: “El modelo de agricultura industrial que abastece al sistema alimentario mundial funciona esencialmente usando petróleo para producir comida y, en el proceso, cantidades enormes de gases con efecto de invernadero. El uso de inmensas cantidades de fertilizantes químicos, la expansión de la industria de la carne, y la destrucción de las sabanas y bosques del mundo para producir mercancías agrícolas son en conjunto responsables de por lo menos 30% de las emisiones de los gases que causan el cambio climático.
  Convertir los alimentos en mercancías mundiales e industriales entraña también una tremenda pérdida de energía fósil al transportarlas por el mundo, procesarlas, almacenarlas, congelarlas y llevarlas adonde las consumen. Todos estos procesos contribuyen a la cuenta climática. Al sumarlas, entendemos que el actual sistema alimentario podría ser responsable de cerca de la mitad de las emisiones de los gases con efecto de invernadero.” (1)
  Según “Cocinando el Planeta”, un extenso documento conjunto de varias organizaciones europeas, incluyendo GRAIN y Veterinarios Sin Fronteras: “Cuando consideramos la dupla cambio climático y sistema alimentario, en general pensamos en términos de transporte de alimentos o, en alguna ocasión, a la deforestación asociada a la agroganadería. Pero lo cierto es que pocas veces tomamos conciencia de que el manejo de los suelos agrarios, la utilización de fertilizantes sintéticos, la fabricación de piensos industriales, o la destrucción de los mercados locales de alimentos constituyen el núcleo central de las emisiones planetarias de gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo las industrias procesadoras y de distribución de alimentos -que incluyen transporte, empaque, refrigeración y comercialización- son también grandes emisoras. Se calcula que el sistema agroalimentario llega a generar hasta un 50% de estas emisiones. El actual modelo de producción y consumo industrial de alimentos es un gran consumidor de energía, que contribuye significativamente al calentamiento global, además de profundizar la destrucción del medio ambiente y de las comunidades rurales. (2)
  Para entender el sistema agroalimentario industrial, los problemas que éste causa y las alternativas que existen es necesario saber lo que fue la revolución verde. En breves palabras, la revolución verde fue la exportación al tercer mundo del modelo industrializado y mecanizado de agricultura de Estados Unidos. Este proceso, que tomó lugar a lo largo de la guerra fría, fue impulsado y financiado por las fundaciones Rockefeller y Ford, el Banco Mundial, el gobierno de Estados Unidos y agencias de la ONU. Según Helena Paul et al: “La revolución verde fue una transformación de la práctica agrícola desarrollada para el Sur por científicos, gobiernos y agencias donantes del Norte. Esencialmente involucró el desarrollo de variedades de ciertos cultivos de mayor importancia- como trigo, arroz y maíz- que en respuesta a insumos aumentados producirían mayores rendimientos.” (3) La revolución verde fue uno de los emprendimientos no militares más grandes del siglo XX. En lo que se refiere a la utilización masiva de recursos humanos, peritaje científico de primera, y fondos públicos, fue comparable con el Proyecto Manhattan y el programa espacial Apolo.

Progreso destructivo: Marx, Engels y la ecología

  Lo que pega desde los primeros escritos de Marx es su anunciado naturalismo, su visión del ser humano como ser natural, inseparable de su ambiente natural. La naturaleza, escribe Marx en los Manuscritos de 1844, es "el cuerpo no-orgánico del hombre". O de nuevo: "Decir que la vida física e intelectual del hombre está indisolublemente ligada a la naturaleza no significa otra cosa que la naturaleza está ligada indisolublemente a ella misma, porque el hombre es parte de la naturaleza". Ciertamente, Marx se reclama humanista, pero él define al comunismo como un humanismo que es, al mismo tiempo, un "naturalismo activo"; y sobre todo, él lo concibe como la verdadera solución "del antagonismo entre el hombre y la naturaleza".

  ¿En qué medida el pensamiento de Marx y Engels es compatible con la ecología moderna? ¿Puede concebirse una lectura ecológica de Marx? ¿Cuáles son las adquisiciones del marxismo indispensables para la constitución de un ecosocialismo a la altura de los desafíos del siglo de XXI?
¿Y qué concepciones de Marx requieren una "revisión" según estos requisitos? Las notas breves que siguen no tienen la ambición de contestar estas preguntas, sino solamente de poner algunas orientaciones para el debate.
  Mi punto de arranque es la observación de que:

a) los temas ecológicos no tienen un lugar central en el aparato teórico marxista;

b) los escritos de Marx y Engels sobre las relaciones entre las sociedades humanas y la naturaleza están lejanas ser unívocas, y puede ser, por consiguiente, el objeto de interpretaciones diferentes. De estas premisas, intentaré poner en evidencia las tensiones o contradicciones en los textos de los fundadores del materialismo histórico, mientras subrayo, sin embargo, las pistas que dan para una ecología de inspiración marxista.

  ¿Cuáles son las principales críticas de los ambientalistas al pensamiento de Marx y Engels? En primer lugar, se le describe como partidario de un humanismo conquistador, prometeico, que opone al hombre con la naturaleza, y hace de él «el amo y Señor del mundo natural». Es verdad que se encuentran en su pensamiento muchas referencias al "control", a la "subordinación" o al mismo "dominio" de la naturaleza. Por ejemplo, según Engels, en el socialismo, los seres humanos "por primera vez serán los amos reales y conscientes de la naturaleza, como amos de su propia vida en sociedad". (1) Sin embargo, como veremos bajo los términos de "subordinación" o "dominio" de la naturaleza a menudo Marx y Engels simplemente se refieren al conocimiento de las leyes de la naturaleza.

  Por otro lado, lo que pega desde los primeros escritos de Marx es su anunciado naturalismo, su visión del ser humano como ser natural, inseparable de su ambiente natural. La naturaleza, escribe Marx en los Manuscritos de 1844, es "el cuerpo no-orgánico del hombre". O de nuevo: "Decir que la vida física e intelectual del hombre está indisolublemente ligada a la naturaleza no significa otra cosa que la naturaleza está ligada indisolublemente a ella misma, porque el hombre es parte de la naturaleza". Ciertamente, Marx se reclama humanista, pero él define al comunismo como un humanismo que es, al mismo tiempo, un "naturalismo activo"; y sobre todo, él lo concibe como la verdadera solución "del antagonismo entre el hombre y la naturaleza". Gracias a la abolición positiva de la propiedad privada, la sociedad humana se volverá "la realización de la unidad esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo realizado y el humanismo realizado de la naturaleza". (2)

  Estos pasajes no se ocupan directamente del problema ecológico -y de las amenazas sobre el ambiente- pero la lógica de este naturalismo permite un acercamiento de la relación hombres/naturaleza que no sea unilateral. En un texto célebre de Engels sobre El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre (1876), este mismo tipo de naturalismo sirve como fundamento a una crítica de la actividad depredadora humana sobre el ambiente: "No debemos presumir demasiado nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Por cada una de estas victorias, la naturaleza toma venganza sobre nosotros. Es verdad que cada victoria dada, tenemos en primera instancia, los resultados esperados, pero en segunda o tercera instancia son efectos diferentes, inesperados, que anulan demasiado a menudo los primeros. 

  La gente que, en Mesopotamia, Grecia, Asia Menor y en otras partes, destruyeron los bosques para conseguir tierras cultivables, nunca imaginó que mientras los eliminaban, acababan con los centros de colección y depósitos de humedad, poniendo las bases para el estado desolado actual de esos países. Cuando los italianos de los Alpes cortaron los bosques de pinos de la parte sur, tan queridos por la parte del norte, no tenían la menor idea de que mientras actuaban así cortaron las raíces de la industria lechera de su región; y menos aún preveían que se privaron de ese modo de las fuentes de agua para la mayor parte del año (...). Los hechos nos recuerdan a cada paso que no reinamos sobre la naturaleza como un conquistador reina sobre un pueblo extranjero, como alguien que está fuera de la naturaleza, sino que nosotros pertenecemos a ella con nuestra carne, nuestra sangre, nuestro cerebro, que nosotros estamos en su seno y que todo nuestro dominio en ella reside en la ventaja que tenemos sobre el conjunto de las otras criaturas de conocer sus leyes y poder servirnos de ellas juiciosamente." (3)

  Ciertamente, este ejemplo tiene un carácter muy general -no pone en cuestión el modo de producción capitalista sino las civilizaciones antiguas- sin embargo no constituye menos un argumento ecológico de una modernidad sorprendente, ya que tanto pone en guardia contra las destrucciones generadas por la producción como crítica a la deforestación.

  Según los activistas ecológicos, Marx, siguiendo a Ricardo, asigna el origen de todo valor y toda riqueza al trabajo humano y desatiende la contribución de la naturaleza.
Esta crítica resulta, en mi opinión, un malentendido: Marx utiliza la teoría del valor-trabajo para explicar el origen del valor de cambio, en el cuadro del sistema capitalista. La naturaleza, por otro lado, participa en la formación de verdadera riqueza que no son los valores de cambio sino los valores de uso. Esta tesis está muy explícitamente adelantada por Marx en la Crítica del Programa de Gotha contra las ideas de Lassalle y sus discípulos: "El trabajo no es la fuente de toda la riqueza. La naturaleza es toda la fuente, tanto de valores del uso (¡que son, igualmente todos, la riqueza real!) como del trabajo, que no es más que la expresión de una fuerza natural, la fuerza de trabajo del hombre". (4)

  Los ecologista acusan a Marx y Engels de productivismo. ¿Se justifica esta imputación? No, en la medida que nadie denunció tanto como Marx la lógica capitalista de producción para la producción, la acumulación del capital, de fortunas y de mercancías como un bien en sí mismo. La misma idea de socialismo -al contrario de su miserable caricatura burocrática- es el de una producción de valores del uso, de bienes necesarios para la satisfacción de necesidades humanas. El objetivo supremo del progreso técnico para Marx no es el crecimiento infinito de bienes ("el tener") sino la reducción de la jornada de trabajo, y el crecimiento del tiempo libre ("el ser"). (5)

  Sin embargo, es verdad que se descubre a menudo en Marx o Engels (y todavía más en el marxismo ulterior) una postura poco crítica hacia el sistema de producción industrial creado por el capital y una tendencia a hacer del "desarrollo de las fuerzas productivas" el vector principal del progreso. El "texto" canónico de este punto de vista es el famoso Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859), uno de los escritos de Marx más marcado por un cierto evolucionismo, por la filosofía del progreso, por el cientificismo (el modelo de las ciencias de la naturaleza) y por una visión nada el problematizada de las fuerzas productivas: "A un cierto estadio de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes (...). De las formas de desarrollo de las fuerzas productivas, esas relaciones se vuelven estorbos. Se abre así un tiempo de la revolución social. (...) Una formación social nunca desaparece antes de desarrollar todas las fuerzas productivas que encierra dentro de sí (...)." (6)

  En este famoso pasaje, las fuerzas productivas aparecen como "neutras", y la revolución no tiene por tarea abolir las relaciones de producción que se han vuelto un "estorbo" a un desarrollo ilimitado de éstas.
El pasaje siguiente de los Grundrisses es un ejemplo bueno de la admiración poco crítica de Marx para el trabajo "civilizador" de la producción sistema, y para su instrumentalización brutal de la naturaleza: "Así, por consiguiente, la producción fundada en el capital crea por un lado la industria universal, es decir, el sobre trabajo al mismo tiempo que el trabajo creador de valores; por otro lado, un sistema de explotación general de la apropiación de la naturaleza y del hombre (...) El capital empieza por consiguiente a crear la sociedad burguesa y la apropiación universal de la naturaleza y establece una red que engloba a todos los miembros de la sociedad: tal es la gran acción civilizadora del capital.

  "Se eleva a un nivel social tal que todas las sociedades anteriores aparecen como desarrollos meramente locales de la humanidad y como una idolatría de la naturaleza. De hecho la naturaleza se vuelve un puro objeto para el hombre, una cosa útil. No se le reconoce ya como una fuerza. La inteligencia teórica de la ley natural tiene todos los aspectos de la artimaña que intenta someter la naturaleza a las necesidades humanas, sea como objeto de consumo, sea como medio de producción". (7)
Parece extraño a Marx y Engels una noción general de los límites naturales del desarrollo de las fuerzas productivas. (8) Se encuentra aquí o allá, como por ejemplo en este pasaje de La ideología alemana la intuición el intuitivo del potencial destructivo de ellas: "En el desarrollo de las fuerzas productivas, se llega a un estadio donde nacen las fuerzas productivas y los medios de circulación que ya no puede ser más que nefastos en el cuadro de relaciones existentes que no son más fuerzas productivas, sino fuerzas destructivas (la mecanización y el dinero)." (9)

  Desgraciadamente, esta idea no es desarrollada por los dos autores, y no es seguro que la destrucción puesta en cuestión aquí sea también de la naturaleza. Por otro lado, en ciertos pasajes que conciernen a la agricultura, se esboza una verdadera problemática ecológica, y una crítica radical a los desastres que resultan del productivismo capitalista.

  Lo que se descubre es estos textos es una suerte de teoría de la ruptura del metabolismo entre las sociedades humanas y la naturaleza, como resultado del productivismo capitalista. (10) El punto de partida de Marx son los trabajos del químico y agrónomo alemán German Liebig el cual "tiene uno de los méritos inmortales... por haber hecho notar ampliamente el lado negativo de la agricultura moderna desde el punto de vista científico." (11) La expresión de Riss del Stofwechselses, ruptura o rasgadura del metabolismo -o de los intercambios materiales- aparece principalmente en un pasaje del capítulo 47, "Génesis del sistema capitalista", en el libro III de El Capital: "De una parte, los grandes propietarios financieros reducen la población agrícola a un mínimo en declive constante, de otra, ello se opone una población industrial en crecimiento, apilada en las grandes ciudades: crea en consecuencia las condiciones que provocan una ruptura irreparable (unheilbaren de Riss) en la conexión del metabolismo (Stoffwechsel) social, un metabolismo prescrito por las leyes natural de la vida; de ello resulta el agotamiento de la tierra (verschleudert), gracias al comercio que va más allá de los límites de cada país. (Liebig). (...) "La gran industria y la gran agricultura industrializada actúan en común. Mientras en su origen se distinguieron en eso, que la primera agotaba (verwüstet) y arruinaba la fuerza de trabajo y, por consiguiente, la fuerza natural de los seres humanos, mientras la segunda hace lo mismo directamente con la fuerza natural de la tierra en su desarrollo posterior uniendo sus esfuerzos, en la medida que el sistema industrial en el campo debilita al obrero mientras la industria y el comercio mantienen a los medios de la agricultura que agota a la tierra." (12)

  Como en la mayor parte de los ejemplos que veremos después, la atención de Marx se concentra en la agricultura y el problema de la devastación de la tierra, pero conecta esta pregunta con un principio más general: la ruptura en el sistema de intercambio material (Stoffwechsel) entre las sociedades humanas y el ambiente, en contradicción con "las leyes natural de vida". Es interesante también notar dos sugerencias importantes, aunque poco desarrolladas por Marx: la cooperación entre la industria y la agricultura en este proceso de ruptura, y la extensión del daño, gracias al comercio internacional, a una escala global.

  El tema de la ruptura del metabolismo se descubre también en un pasaje conocido del libro de El Capital: la conclusión del capítulo sobre la gran industria y la agricultura. Es uno de los raros textos de Marx donde él explicita la cuestión de las devastaciones provocadas por el capital en el ambiente natural -así como una visión dialéctica de las contradicciones del "progreso" inducido por las fuerzas productivas: "La producción capitalista... destruye no sólo la salud física del obrero urbano y la vida espiritual del trabajador rural, sino que vuelve un problema el intercambio material (Stoffwechsel) entre el hombre y la tierra, así como la eterna condición natural de la fertilidad duradera (dauernder) de la tierra, haciendo más difícil la restitución de la tierra porque los ingredientes que requiere le son quitados y usados bajo la forma de alimentos, de ropa, etc. Al transformar las condiciones en que este intercambio se ajusta espontáneamente, esta circulación se ve obligada a restablecer de una manera sistemática, bajo una forma adecuada al desarrollo humano integral y como ley reguladora de la producción social. (...) Por otro lado, cada progreso de la agricultura capitalista no sólo es un progreso en el arte de explotar al trabajador, sino también en el arte de despojar a la tierra; cada progreso en el arte para aumentar fertilidad de ella por un tiempo, es un progreso en la ruina de sus fuentes duraderas de fertilidad. Más un país, los Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, se desarrolla sobre la base de la gran industria, más este proceso de destrucción se hace realidad rápidamente. La producción capitalista desarrolla la técnica y la combinación de los proceso de producción social mientras va minando (untergräbt), al mismo tiempo, las dos fuentes de donde sale toda riqueza: la tierra y el trabajador". (13)

  Varios aspectos son notables en este texto: en primer lugar, la idea de que el progreso puede ser destructivo, un "progreso" en la degradación y el deterioro del ambiente natural. El ejemplo escogido no es el mejor, y parece demasiado limitado -la pérdida de fertilidad de la tierra- pero no pone menos la cuestión más general del atentado al medio natural, a las "condiciones naturales eternas", por la producción del sistema capitalista.

  La explotación y la degradación de trabajadores y de la naturaleza son puesto aquí en paralelo, como resultado de la misma lógica depredadora, la de la gran industria y la agricultura capitalista.
Es un tema que a menudo regresa en El Capital, por ejemplo en esos pasajes del capítulo sobre la jornada de trabajo: «la limitación del trabajo manufacturero ha sido dictada por la necesidad, por la misma necesidad que derramó guano sobre los campos de Inglaterra. La misma avaricia ciega que agota la tierra, atacó hasta sus raíces la fuerza vital de la nación. (...) En su pasión ciega y excesiva, en su glotonería de trabajo extraordinario, el capital no sólo pasa los límites morales, sino también el límite fisiológico extremo de la jornada de trabajo. (...) Y se atiene a su meta abreviando la vida del trabajador, lo mismo que del agricultor, ávido de obtener de su tierra un mayor rendimiento mientras su fertilidad se agota.» (14) Esta asociación directa entre la explotación del proletariado y la de la tierra, a pesar de sus límites, abre el campo de una reflexión sobre la articulación entre la lucha de clases y la lucha en defensa del ambiente, en una lucha común contra la dominación del capital.

  Estos textos diferentes ponen en evidencia la contradicción entre la lógica inmediata del capital y la posibilidad de una agricultura «racional» fundada en una temporalidad más larga y en una perspectiva duradera e intergeneracional que respete el ambiente: «Incluso uno de los químicos agrícolas bastante conservador como Johnston por ejemplo, reconocen que la propiedad privada es un límite intransitable para una agricultura verdaderamente racional. (...) Toda el espíritu de la producción capitalista, orientada hacia la ganancia monetaria inmediata, está en contradicción con la agricultura que debe tomar en cuenta el conjunto permanentemente (ständigen) de las condiciones de vida de la cadena de generaciones humanas. Un ejemplo llamativo son los bosques, que se manejan hasta cierto punto de acuerdo con el interés general allí donde no están sometidos a la propiedad privada por la gestión estatal.» (15)

  Después del agotamiento de la tierra, el otro ejemplo de desastre ecológico sugerido por los textos de Marx y Engels citados aquí es el de la destrucción de los bosques. Aparece a menudo en El Capital: "el desarrollo de la civilización y de la industria en general (...) siempre se muestra tan activo en la devastación de los bosques que todo lo que pueda emprenderse para su conservación y producción es completamente pequeño en comparación". (16) Los dos fenómenos señalados -el deterioro de los bosques y de la tierra- además se ligan estrechamente en sus análisis. En un pasaje de la Dialéctica de la Naturaleza, Engels menciona la destrucción de bosques cubanos por los grandes productores de café españoles y la resultante desertización de tierras como ejemplos de la actitud inmediata y depredadora la naturaleza del «actual modo de producción» y de su indiferencia por «los efectos naturales» dañinos de sus acciones a largo plazo. (17)

  El problema de la contaminación del ambiente no está ausente de sus preocupaciones, pero se aborda casi exclusivamente bajo el ángulo de la insalubridad de los distritos obreros de las grandes ciudades inglesas. El ejemplo más llamativo son las páginas de La condición de la clase obrera inglesa en donde Engels describe con horror e indignación la acumulación de deshechos y residuos industriales en calles y arroyos, el dióxido de carbono que reemplaza al oxígeno y envenena la atmósfera, las exhalaciones de ríos contaminados, etc. (18) Implícitamente, estos pasajes, y otros análogos ponen en cuestión la polución del ambiente por la actividad industrial capitalista, pero el cuestionamiento nunca se plantea directamente.

  ¿Cómo definen Marx y Engels al programa socialista en relación al ambiente natural? ¿Qué transformaciones del sistema productivo deben conocerse para hacerlo compatible con el resguardo de la naturaleza? Ellos parecen concebir a menudo la producción socialista simplemente como la apropiación colectiva de las fuerzas y medios de producción desarrollados por el capitalismo: una vez abolida la "traba" que representan las relaciones de producción, y en particular las relaciones de propiedad, estas fuerzas podrán desarrollarse sin estorbos. Habría, entonces, una suerte de continuidad sustancial entre el aparato productivo capitalista y el socialista, ya que la posición socialista es sobre todo la gestión planeada y racional de esta civilización material creada por el capital.

  Por ejemplo, en la célebre conclusión del capítulo sobre la acumulación primitiva del capital, Marx escribe: "El monopolio del capital se vuelve un estorbo para el modo de producción que creció y prosperó con él y bajo sus auspicios. La socialización del trabajo y la centralización de sus recursos materiales llegan a un punto donde no pueden contener su desarrollo capitalista ya. Este desarrollo estalla en pedazos. La hora de la propiedad capitalista ha sonado. (...) La producción capitalista engendra ella misma su propia negación con la fatalidad que preside sus metamorfosis la naturaleza". (19) Además del determinismo fatalista y positivista, este pasaje parece dejar intacta, en la perspectiva socialista, el conjunto del modo de producción creado "bajo los auspicios" del capital, poniendo en cuestión aquello que "envuelve" a la propiedad privada, que se vuelve un "estorbo" para el desarrollo de los recursos materiales de la producción.

  La misma lógica "continuista" preside en ciertos pasajes del Anti-Dühring, donde la cuestión es la del socialismo como sinónimo de desarrollo ilimitado de fuerzas productivas: "Las fuerzas de expansión de los medios de producción tienen que hacer saltar sus cadenas con las que el modo de producción capitalista las había aprisionados. La liberación de sus cadenas es la única condición requerida para un desarrollo de fuerzas productivas ininterrumpido y siempre progresando a ritmos cada vez más rápidos, y por tanto, para un crecimiento sin límites de la producción." (20) Por eso se dice que el problema del ambiente está ausente de esta concepción del pasaje al socialismo.

  Sin embargo, se encuentran también otros escritos que toman en cuenta la dimensión ecológica para el programa socialista y abren algunas pistas interesantes. Vimos ya que en los Manuscritos de 1844 se refiere al comunismo como "la verdadera solución del antagonismo entre el ser humano y la naturaleza". Y en el pasaje citado ya del volumen I de El Capital, Marx deja entender que las sociedades pre-capitalistas aseguran "espontáneamente" (naturwüchsig) el metabolismo (Stoffwechsel) entre los grupos humanos y la naturaleza; en el socialismo (la palabra no aparece directamente, pero se puede inferir por el contexto) debe restablecerce de forma sistemática y racional, "como ley reguladora de la producción social." Es una pena que ni Marx ni Engels desarrollaran esta intuición, fundada sobre la idea de que las comunidades pre-capitalistas vivieron espontáneamente en armonía con su habitat natural, y que la tarea del socialismo es establecer esta armonía con nuevas bases. (21)

  Algunos pasajes de Marx parecen considerar la conservación del ambiente natural como una tarea fundamental del socialismo. Por ejemplo, el volumen III de El Capital opone a la lógica capitalista de la gran producción agrícola, fundada en la explotación y el agotamiento de las fuerzas de la tierra, otra lógica, de naturaleza socialista: "el tratamiento conscientemente racional de la tierra como propiedad comunal eterna, y como condición inalienable (unveräusserlichen) de la existencia y de la reproducción de la cadena de generaciones humanas sucesivas". Un razonamiento análogo se descubre algunas páginas más adelante: "Incluso una sociedad entera, una nación, en fin, todas las sociedades contemporáneas juntas, no son dueñas de la tierra. Ellos sólo la ocupan, los usufructuarios (Nutzniesser), y ellos deben, como bonis patres familias (el buen padre de familia), de dejarla en buen estado a las generaciones futuras". (22) En otros términos: Marx parece aceptar "el Principio de Responsabilidad" estimado por Hans Jonas, la obligación de cada generación de respetar el ambiente -la condición de existencia para las generaciones humanas futuras.

  En algunos textos, el socialismo está asociado con la abolición de la separación entre la ciudad y el campo, y por consiguiente con la supresión de la polución industrial urbana: "Sólo por la fusión de la ciudad y el campo es que se puede eliminar la intoxicación actual del aire, el agua y la tierra; solo eso puede permitir a las masas, que hoy languidecen en las ciudades, que donde haya estiércol eso servirá para producir plantas, en lugar de producir enfermedades". (23) La formulación es malograda - ¡la cuestión se reduce a un problema del metabolismo del estiércol humano!- pero vuelve a plantear una cuestión esencial: ¿cómo poner fin al envenenamiento industrial del ambiente? La novela utópica del gran escritor marxista libertario William Morris, Noticias de Cualquier Parte (1890), es una tentativa fascinante de imaginar un nuevo mundo socialista, donde las grandes ciudades industriales habían cedido su lugar a un habitat urbano/rural respetuoso del ambiente natural.

  Finalmente, todavía en este mismo volumen III de El Capital, Marx ya no define al socialismo como el "dominio" o el control humano sobre la naturaleza, sino como el control de los intercambios materiales con la naturaleza: en la esfera de la producción material, "la única libertad posible es la regulación racional, por el ser humano socializado, por los productores asociados, de su metabolismo (Stoffwechsel) con la naturaleza, que ellos controlarán juntos en lugar de ser dominada por él (ihm) como por una fuerza ciega." (24) Esta idea volverá a ser tomada en cuenta, casi palabra por palabra, por Walter Benjamín, uno de los primeros marxistas del siglo veinte que volvió a plantear este tipo de preguntas: desde 1928, en su libro Sentido Único denunció la idea de la dominación de la naturaleza como "una bandera imperialista" y propuso una nueva concepción de la técnica como "el dominio de las relaciones entre la naturaleza y la humanidad". (25)
No sería difícil encontrar otros ejemplos de una real sensibilidad a la cuestión del ambiente natural de la actividad humana. Aunque falta en Marx y Engels una perspectiva ecológica de conjunto. Por otro lado, es imposible pensar una ecología crítica a la altura de los desafíos contemporáneos, sin tomar en cuenta la crítica marxista de la economía política, que pone en cuestión la lógica destructiva inducida por la acumulación ilimitada del capital.

  Una ecología que ignora o desprecia al marxismo y su crítica al fetichismo de la mercancía se condena a no ser más que un correctivo de los «excesos» del productivismo capitalista. Se podría concluir provisionalmente esta discusión con una sugerencia, que me parece pertinente, adelantada por Daniel Bensaïd en su reciente -y notable- trabajo sobre Marx: reconociendo que sería abusivo exonerar a Marx de las ilusiones "progresistas" o "prometeicas" de su tiempo, también lo es el presentarlo como un fanático de la industrialización, por eso nos propone un camino más fecundo: establecerse en las contradicciones de Marx y tomarlos en serio. La primera de estas contradicciones es, por supuesto, ese credo productivista de ciertos textos y la intuición de que el progreso puede ser la fuente de la destrucción irreversible del ambiente natural. (26)

  La cuestión ecológica es, en mi opinión, el gran desafío para la renovación del pensamiento marxista en el umbral del siglo XXI. Ella exige de los marxistas una ruptura radical con la ideología del progreso lineal y con el paradigma tecnológico y económico de la civilización industrial moderna. Ciertamente, no se trata –y eso va de suyo- de poner en cuestión la necesidad del progreso científico y técnico, así como de la elevación de la productividad del trabajo: esas son condiciones fuera de controversia para dos objetivos esencial del socialismo: la satisfacción de las necesidades sociales y la reducción de la jornada de trabajo. El desafío es reorientar el progreso para volverlo compatible con la preservación del equilibrio ecológico del planeta. El talón de Aquiles del razonamiento de Marx y Engels era, en ciertos "textos" canónicos, una concepción acrítica de las fuerzas productivas capitalistas -es decir: del aparato técnico/productivo capitalista/industrial moderno- como si ellas fueran "neutras" y como si fuera suficiente para los revolucionarios socializarlas, reemplazar su apropiación privada por una apropiación colectiva, para beneficiar así a los trabajadores obreros y desarrollarlas de manera ilimitada.

  Pienso que sería necesario aplicar al aparato productivo formado por el capital el mismo razonamiento que Marx propuso, en La guerra civil en Francia de 1871, para el aparato del Estado: "La clase obrera no puede estar satisfecha con tomar tal cual la máquina del Estado y hacerla funcionar por su propia cuenta". (27) Mutatis mutando, los trabajadores no pueden estar satisfechos con tomar tal cual la «máquina» capitalista productiva y hacerla funcionar por su propia cuenta: ellos deben transformarla radicalmente -el equivalente de eso que Marx llama en una carta a Kugelmann sobre la Comuna de París, «romper el aparato de Estado» burgués- en función de criterios socialistas y criterios ecológicos. Lo que no sólo implica el reemplazo de formas de energía destructivas por fuentes de energía renovables y no contaminantes, como la energía solar, sino también una transformación profunda del sistema productivo heredado del capitalismo, así como del sistema de transportes y del sistema del habitat urbano.

  Para terminar, el ecosocialismo implica un radicalización de la ruptura con la civilización material capitalista. En esta perspectiva, el proyecto socialista apunta no sólo una nueva sociedad y a un nuevo modo de producción, sino también a un nuevo paradigma de civilización. www.ecoportal.net
Michael Lowy - Publicado en J. M. Harribey & Michael Löwy ed., Capital contre nature, PUF, 2003. Traducción: Andrés Lund Medina

Notas:
(1) F.Engels, Anti-Dühring, Paris, Ed. Sociales, 1950, p. 322
(2) K.Marx, Manuscrits de 1844. Economie politique et philosophie, Paris, Ed. Sociales, 1962, pp. 62, 87, 89.
(3) F.Engels, La dialectique de la nature, Paris, Editions Sociales, 1968, pp. 180-181.
(4) K.Marx, Critique des Programme de Gotha et d’Erfurt, Paris, Ed. Sociales, 1950, p.18. Ver también Le Capital, Paris, Garnier/Flammarion, 1969, I, p. 47:“El trabajo no es entonces la única fuerza de valores de uso que él produce, de la riqueza material. Ël es padre y la tierra la madre, como dice William Petty”.
(5) Sobre la oposición entre “tener” y “ser”, ver Manuscrits de 1844 p. 103: “Menos eres, menos manifiestas tu vida, más posees, más tu vida alienada se acrecienta, más acumulas de tu ser alienado”. Sobre el tiempo libre como principal base del socialismo, ver Das Kapital, III, p. 828.
(6) K.Marx, Préface à la Contribution à la critique de l’économie politique, Paris, Ed. Sociales, 1977, p.3
(7) K.Marx, Fondements de la Critique de l’Economie Politique, Paris, Anthropos, 1967, pp. 366-367.
(8) Para una discusión detallada de esta cuestión, véase el texto de Ted Benton del libro en francés, del que se tomó este texto: J. M. Harribey & Michael Löwy ed., Capital contre nature, PUF, 2003
(9) K.Marx, L’Idéologie allemande, Paris, Ed. Sociales, p. 67-68.
(10) Retomo ese término, y el análisis que sigue, de la importante obra de John Foster Bellamy, Marx’s Ecology. Materialism and Nature, N.York, Monthly Review Press, 2001, pp. 155-167.
(11) K.Marx, Le Capital, trad. Joseph Roy, Paris, Editions Sociales, 1969, tome I, p.660.
(12) K.Marx, Das Kapital, III, Berlin, Dietz Verlag, 1960, Werke, Band 25, p. 821.
(13) K.Marx, Le Capital I, p. 363, revisada y corregida después del original alemán, Das Kapital I, pp. 528-530..
(14) Marx, Le Capital, I, pp. 183-200.
(15) Marx, Das Kapital III, pp. 630-631.
(16) Das Kapital, II, p. 247.
(17) F.Engels, Dialectics of Nature, Moscou, Progress Publishers, 1964, p. 185.
(18) F.Engels, The Condition of the Working-Class in England (1844), en Marx, Engels, On Britain, Moscow, Forein Language Publishing House, 1953, pp. 129-130.
(19) Marx, Le Capital, I, pp. 566-567.
(20) F.Engels, Anti-Dühring, p. 321.
(21) Este aspecto del texto se perdió en la traducción de El Capital por J.P. Lefebvre, citado en la traducción del artículo de Ted Benton, en la medida donde naturwüchsig -« spontané »- es traducido por "origen simplemente natural".
(22) K.Marx, Das Kapital, III, p. 784, 820. La palabra "socialismo" no aparece en esos pasajes, pero está implícito.
(23) F.Engels, Anti-Dühring, p. 335. Ver también el pasaje siguiente de La question du logement (Paris, Editions Sociales, 1957, p. 102) de Engels: «La supresión de la oposición entre la ciudad y el campo no es más una utopía que la supresión del antagonismo entre capitalistas y asalariados. (...) Nadie reclama con más fuerza que Liebig en sus obra sobre la química agrícola en demandar primero y constantemente que el hombre devuelva a la tierra lo que él tomó de ella y demuestra que la sola existencia de las ciudades, principalmente de las grandes ciudades, ponen obstáculos para ello.» Lo que sigue del argumento vuelve, una vez más, a «los estiércoles naturales» producidos por las grandes ciudades.
(24) Marx, Kapital III, p. 828. Ted Benton, qui semble avoir lu ce texte en traduction, se demande si , en parlant de "contrôler ensemble", Marx se refère à la nature ou à l’échange avec elle. Le texteallemand ne laisse pas de place au doute, puisqu’il s’agit du masculin (ihm) du métabolisme et non du féminin de la nature...
(25) W.Benjamin, Sens Unique, Paris, Lettres Nouvelles - Maurice Nadeau, 1978, p. 243.
(26) D.Bensaïd, Marx l’intempestif, Paris, Fayard, 1995, p.347.
(27) Marx, La guerre des classes en France 1971 en, Marx, Engels, Lénine, Sur la Commune, Moscou, Editions du Progrès, 1971, p. 56. Edición digital de la Fundación Andreu Nin, febrero 2008

Justicia climática: estrategias y retos de un movimiento que nace

01/08/11 Por Llanisca Lugo

  ¿Cuáles son las fronteras del daño ecológico, cuál es el límite de una huella: un papel de propiedad, una cerca, un color diferente en la tierra? La nostalgia de un mundo de colores y sabores diversos, de olores que guardan la memoria de las lluvias que cayeron, el sabor de la fruta real con arrugas y manchas, es más fuerte que los discursos vacíos, las falsas soluciones y todas las trampas. Ya no se cierra más la puerta al debate sobre la recuperación de los bienes comunes como derechos de todos y todas.

  El planeta se calienta a un ritmo insostenible. Cada vez más emisiones de gases de efecto invernadero van a la atmósfera. Los bosques desaparecen. Se derriten los glaciares. El agua se agota. No hay que comer. Los seres humanos separados por capacidades de consumo, compran y venden cosas desconocidas en un gran mercado sin rostro.

  Pero no es un camino sin retorno. Hay una gran lucha por detener todo esto y construir otro tipo de sociedad capaz de generar bienes para todos, capaz de satisfacer las necesidades humanas más importantes en armonía con la Naturaleza.

  Movimientos y organizaciones sociales de todo el mundo se cruzan con una fertilidad que genera vida, para crear espacios democráticos de construcción de alternativas y llegar a visiones compartidas sobre cómo revertir la crisis climática y sus causas. Fuerzas muy distintas confluyen en estos senderos, en buena medida por explorar.

  Con un largo recorrido desde los días de la Campaña por los 500 años de resistencia al saqueo y la colonización de nuestros pueblos, participan organizaciones y movimientos sociales que luego de la lucha contra el ALCA, han seguido articulados y reconocen en el cambio climático un eje central para articular esfuerzos globales en la lucha contra el sistema capitalista. También participan organizaciones que históricamente han tenido una labor ambientalista y que desde un mayor dominio de los aspectos que han centrado las negociaciones y los marcos jurídicos existentes, han estado siguiendo estos procesos desde la Eco` 92, en los días en que la humanidad tomó conciencia de la necesidad de dar un giro a los modos que se había dado para vivir.

  Cada vez con mayor protagonismo, campesinos e indígenas, actores largamente invisibilizados, rescatan un espacio público de actuación en el que muestran los impactos que el cambio climático genera sobre ellos, ofreciendo a la humanidad otro referente a partir de una milenaria relación de amor con la naturaleza a la que han cuidado y conservado guardando sus regalos y secretos más sagrados. 

  A pesar de que tanto indígenas como campesinos están mostrando sus propias alternativas relacionadas con la protección de los bosques concebidos más que como sumideros de carbono, como espacios en los que se reafirma su cosmovisión, a pesar de que proponen el desarrollo de una agricultura sustentable con soberanía alimentaria para enfriar el planeta; ambos grupos, con la enorme diversidad que también existe a su interno, son desplazados y expropiados de sus tierras, criminalizados y condenados al desarraigo y la pobreza extrema.

  Desde estas organizaciones que históricamente han participado en esta lucha, va naciendo un movimiento, una nueva subjetividad que reconoce en la Naturaleza la maternidad absoluta, y de ella aprende con humildad y gratitud, sin intentar dominarla, ni tenerla, sino disfrutarla y usarla en un continuo flujo de entregas y regalos; una subjetividad que rescata el poder de la mística, la emoción y la fe, más allá de racionalidades agotadas, que se compromete con la vida de todo ser, y con el pasado y el futuro de un planeta que nos trasciende; una subjetividad que practica la solidaridad en lugar de la competencia, que confía en lo comunitario, lo local y familiar, que defiende la conexión entre todas las cosas y seres que existen en interinfluencia absoluta y constante.
Más en: ecoportal.net

José Martí y la protección de la naturaleza

  Científicos de diversas latitudes vienen alertando a la humanidad sobre las consecuencias negativas de la tala indiscriminada de los bosques y de otros aspectos relacionados con la contaminación del medio ambiente como son las emanaciones tóxicas de las industrias y de los automóviles. Las dimensiones del problema son tan extraordinarias que la educación no lo puede obviar de ninguna manera, es preciso trabajar porque los niños, desde los inicios mismos de la vida escolar adopten una actitud de cuidado y protección de la naturaleza.

Resumen
  En el presente trabajo se destaca la preocupación de José Martí por la naturaleza y se valoran los distintos momentos de su obra en los que refleja, con valor axiológico, la necesidad de proteger el medio ambiente, de modo especial la preocupación por el cuidado de los árboles y la necesidad de fomentar los bosques. En ese sentido son muy ilustrativas las consideraciones expresadas a propósito del Congreso Forestal celebrado en San Pablo, Estados Unidos en 1883, las que ubican al pensador cubano como un precursor de los esfuerzos por la protección del medio ambiente. En tal sentido se considera que sus concepciones tienen vigencia y pueden ser utilizadas en el contexto educativo para fomentar una actitud responsable ante los problemas medioambientales.

  Introducción
Los problemas relacionados con el medio ambiente constituyen una de las principales preocupaciones de la humanidad en estos inicios del Tercer Milenio. La contaminación de la atmósfera es un problema cada vez más grave y ya se sienten sus consecuencias negativas para la vida. Indudablemente se trata de un problema global sumamente complejo y acuciante.

  Científicos de diversas latitudes, desde mediados del siglo XX, y algunos desde muchos antes, vienen
alertando a la humanidad sobre las consecuencias negativas de la tala indiscriminada de los bosques y de otros aspectos relacionados con la contaminación del medio ambiente como son las emanaciones tóxicas de las industrias y de los automóviles.
  Las dimensiones del problema son tan extraordinarias que la educación no lo puede obviar de ninguna manera, es preciso trabajar porque los niños, desde los inicios mismos de la vida escolar adopten una actitud de cuidado y protección de la naturaleza. Amar los elementos naturales del entorno en el que se desarrolla la vida constituye una premisa indispensable para protegerlos, en este contexto los árboles desempeñan un papel fundamental.

  No sólo es importante admirar un árbol: protegerlo a toda costa es lo fundamental. Ello debe constituir el resultado de entender la importancia del mismo desde muy diversos puntos de vista, incluyendo el estético, por lo que la educación desempeña un papel fundamental en este sentido.

  La obra enciclopédica de José Martí contiene numerosas referencias a la necesidad de proteger a la naturaleza y especialmente a los árboles. Tales referencias aparecen en su quehacer tempranamente y con evidente amor, por lo que constituyen un importante recurso para la educación ambiental.

  En cartas, artículos, poemas, ensayos, y discursos del Maestro aparecen expresadas, de un modo u otro, sus concepciones en defensa del medio ambiente que resultan interesantísimas. También sus consideraciones sobre la agricultura, en muchas ocasiones están directamente relacionadas con la protección de la naturaleza.
El presente trabajo tiene como objetivo destacar precisamente los momentos más importantes de la obra martiana relacionados con la protección de la naturaleza, de manera especial con los árboles, que pueden hacer una contribución significativa al desarrollo de la educación ambiental, para ello se procedió a una revisión de toda la obra de José Martí relacionada con el tema.

 Desarrollo

  La primera carta que se conoce de José Martí está dirigida a Doña Leonor Pérez, su mamá, fechada en Hanábana, hermosa finca matancera el 23 de octubre de 1862, su autor sólo tenía 9 años. En la breve misiva el niño afirma que todas las tardes pasea a caballo, indudablemente, ese contacto inicial con la bella campiña cubana, lo condujo no sólo a admirarla, sino a amarla también. Menciona los dos ríos de la región, crecidos por lluvias recientes. Consideramos que esa estancia en Hanábana es el punto de partida hacia el fervor con el que cuida y defiende la naturaleza a través de su vida.
En plena adultez hace referencias a la naturaleza que demuestran una plena identificación con ella. En el prólogo a su libro “Versos Sencillos” anota: “Me echó el médico al monte. Corrían arroyos. Escribí versos” (1)
  
  El fino poeta arribaría después a manifestar también sus preocupaciones por el ejercicio de la agricultura en distintos países latinoamericanos y por la necesidad de proteger los árboles y de incrementarlos.
Martí alertó sobre el peligro del monocultivo. En su trabajo “Plátanos”, publicado en la revista La América, de Nueva York, en 1883, escribió:
  Y Guatemala debiera ver con miedo este mal hábito de entregarse a un cultivo exclusivo. (2)
Entre los temas relacionados con la agricultura que captaron la atención del Maestro se encuentra la diversidad agrícola. Consideró que para nuestros países latinoamericanos era muy importante el desarrollo de varios cultivos menores para la solución de sus necesidades. A apropósito explica:

 Los cultivos numerosos de diversas ramas agrícolas y sus industrias correspondientes, mantienen en equilibrio a los pueblos dados por desdicha a cultivos mayores exclusivos: café, caña de azúcar, etc. Han venido a ser estos cultivos, con las grandes operaciones bursátiles que se basan en ellos, verdaderos juegos de azar, y como bombas mágicas, que ya son de oro, ya de jabón.
Debiera ser capítulo de nuestro Evangelio agrícola la diversidad y abundancia de los cultivos menores. (3) (Quesos. La América. Nueva York. Junio, 1883. Pág. 188)
Evidentemente todo lo relacionado con los árboles le interesó al Maestro, para quien la protección de la naturaleza era ya un asunto vital.

  En su trabajo “Árboles de quina”, destaca la importancia de esta variedad forestal y hace algunas reflexiones sobre las características y necesidades de esta planta. A propósito expresa:
No hace aún cuatro años sembraron en la India a instancias de un industrioso comisionado del gobierno, árboles de quina que costaron, con cierto escándalo de los timoratos, ciento cincuenta mil libras esterlinas: y hoy, no sólo han pagado aquellos árboles con sus productos, en tantas industrias utilizables, su costo primitivo, sino que se les evalúa, en su estado actual, en un millón de libras.

  La quina quiere tierra cálida, aire encendido, lluvia cuantiosa. (4)
Entre las anotaciones de Martí sobre la agricultura aparece este consejo a los agricultores:
Antes de echar en tierra una semilla, el plantador debe haber meditado de antemano en qué países y en qué cantidades, se consumirá probablemente el fruto del árbol que siembra, para la época en que su árbol fructifique. (4) (Árboles de quina. La América. Nueva York. Octubre 1883. pág. 189.)

 En su artículo “Productos de Venezuela”, José Martí deja expresado un concepto acerca de la Botánica, que resulta muy interesante, en esa obra expone:
Sobresalían el extracto de zarzaparrilla, crema de eucaliptos, y buenas preparaciones botánicas. Se sabe que la Botánica, base de la ciencia médica en todos los pueblos nacientes, y elemento casi único de la sabia Terapéutica china, figura grandemente, y acaso exclusivamente, en el sistema de curación de los indígenas, no desdeñado por cierto, sino muy atendido por los médicos cuerdos. (5) (Productos de Venezuela. La América. Nueva York. Agosto, 1883. 241).

  Los cuidados permanentes a que deben ser sometidos los cultivos, y especialmente el cultivo del tabaco, aparecen en el trabajo titulado “Manual del veguero venezolano” al referir:
Por entre las hojas del libro, parece vérsele encorvado, en la madrugadita fresca, buena a estas labores, sobre la mata recién nacida, sacándole de entre las hojas el mordedor y diminuto cogollero; que donde nace planta, allí nace insecto; y por donde brota flor, ya anda la oruga. (6)
En este propio trabajo se refiere a la importancia del abono:
…no hay tierra, por rica que sea, que no mejore con el abono, ni alma que no se sazone con la vida, ni inteligencia que no crezca con el cultivo y ejercicio, y el tabaco ha de menester, más que planta alguna de abono cuidadoso, sin que lo haya mejor que el de vegetales bien podridos, mezclados con una parte de estiércol de bestias…
  El semillero es el tesoro de la vega, y como a tal se cuida. (6)
Se refiere a la meticulosidad con la que debe enfrentarse la siembra del tabaco. A propósito se expresa en los siguientes términos:
  Para la siembra todo esmero es poco.
  Ha de emprenderse campaña reñida con los voraces insectos; ha de buscarse, en las cuevas que labra al pie de las matas, el grillo mordedor; el cogollero astuto, para lo que hay que abrir las hojas de cada mata; al verde veguero, que no con menor rapidez se come las mejores hojas que los ogros del cuento de Perrault se comían niños. (7) (Manual del veguero venezolano. La América. Nueva York, abril 1884. 252.)
Llama poderosamente la atención el hecho de que a Martí no le es ajeno ningún aspecto relacionado con la producción agrícola de los países latinoamericanos. En su breve artículo “El té de Bogotá” expresa:
Una de las más notables riquezas naturales de América es el té bogotano. (8) (El te de Bogotá. La América. Nueva York. Abril 1884. 411.)

  Entre los trabajos martianos relacionados con la agricultura uno de los más interesantes es el titulado “A aprender en las haciendas”, publicado en la revista “La América”, de Nueva York en 1883. En él critica los sistemas arcaicos de arar, sembrar y recoger:
Nuestras tierras feracísimas, ricas en todo género de cultivos, dan poco fruto y menos de lo que debían por los sistemas rutinarios y añejos de arar, sembrar y recoger que aún privan en nuestros países y por el uso de instrumentos ruines. (9)

 Hace un interesantísimo llamado a la aplicación de la ciencia y la técnica a la agricultura, a llevar a ella la novedad científica que permita el incremento de la producción:
Surge de esto una necesidad inmediata: hay que introducir en nuestras tierras los instrumentos nuevos; hay que enseñar a nuestros agricultores los métodos probados con que en los mismos frutos logran los de otros pueblos resultados pasmosos. Pero ya lo dijimos: aún cuando los instrumentos vayan, no van con ellos las nuevas prácticas agrícolas que los hacen fecundos. (10)
  No escapa a la percepción martiana la necesidad de tener presente la relación entre el árbol y el clima:
Los árboles de un clima no crecen en otro, sino raquíticos, descoloridos, deformes y enfermos. (11)
Señala la responsabilidad de los gobiernos con el fomento de la agricultura en los países latinoamericanos:
…deben enviar los gobiernos a agricultores ya entendidos; y los padres, a los hijos, a quienes quieran hacer beneficio verdadero con enseñarles en el cultivo de la tierra la única fuente absolutamente honrada de riquezas. (12)
  La práctica agrícola en el campo, al pie de los cultivos, es un reclamo del Maestro:
…a estudiar la agricultura nueva en los cultivos prósperos, a vivir durante la época de una a varias cosechas en las haciendas donde se siguen los sistemas recientes, a adquirir en todos sus detalles, sin lo que no es fructífero, el conocimiento personal y directo de las ventajas de los métodos e instrumentos modernos. (13) (A aprender en las haciendas. La América. NY Junio, 1883. 275.)

  Indudablemente en José Martí, desde el punto de vista axiológico, los criterios acerca del ejercicio de la agricultura adquieren una gran trascendencia y están vigentes en la educación cubana:
He ahí la garantía de la paz para todos nuestros pueblos: la posesión agrícola. La agricultura es la única fuente constante, cierta y enteramente pura de riqueza. (14) (La América Grande. Pág. 297)

  La previsión, en el terreno de la agricultura, es un aspecto tenido en cuenta con singular inteligencia por el fundador del Partido Revolucionario Cubano:
En la agricultura, como en todo, preparar bien ahorra tiempo desengaños y riesgos. (15)
Un llamamiento a la educación agraria está presente en el mandato del héroe:
Naturaleza y composición de la tierra y sus cultivos; aplicaciones industriales de los productos de la tierra; elementos naturales y ciencias que obran sobre ellos o pueden contribuir a desarrollarlos: he ahí lo que en forma elemental, en llano lenguaje, y con demostraciones prácticas debiera enseñarse, con gran reducción del programa añejo, que hace a los hombres pedantes, inútiles, en las mismas escuelas primarias. (16)

  Una educación en correspondencia con las necesidades y características de nuestros países, que tenga en su centro la práctica agrícola, es reclamada en las siguientes apreciaciones:
Debe ajustarse un programa nuevo de educación, que empiece en la escuela de primeras letras y acabe en una Universidad brillante, útil, de acuerdo con los tiempos, estado y aspiraciones de los países en que enseña.
Quien abona bien su tierra, trabaja menos, tiene tierra para más tiempo, y gana más. (17)
Sobre la utilización del abono el Maestro advierte:

 En abono, como en todo, la superstición acarrea males. No hay que creer que todo abono que se recomienda es bueno, porque cada puñado de tierra tiene su constitución propia, y acaso lo que conviene a la Martinica, no estaría bien en la Isla de Trinidad.
Puede ir a flor y a fruto lo que hasta ahora ha ido a estancamiento y a miasma.
Al maíz le está muy bien este abono, como a casi todas las plantas que sirven de alimento en nuestra América. Los frijoles aprovechan mucho de este abono; y los chícharos, los garbanzos y las papas, tanto como ellos.

  Hay que estar, sin embargo, en guardia contra un riesgo que puede venir del uso inmoderado o torpe de este abono. (18) (Abono. La sangre es un buen abono. La América. NY Agosto, 1883. 298.)
Esta última apreciación constituye toda una advertencia sobre el peligro de utilizar un abono de una manera incorrecta o indiscriminada, sin el previo análisis científico.

  Un acuciante tema de hoy es la repoblación forestal. Son tan graves los problemas actuales relacionados con la contaminación y el deterioro del medio ambiente que todo hombre sensato, en cualquier lugar del universo, debe preocuparse por la protección de los bosques, por el cuidado y conservación de los árboles como elemento esencial de la naturaleza.

  En el siglo XIX los problemas medioambientales, aunque ya se conocían graves riesgos, no estaban en el centro de la preocupación de los científicos y mucho menos de los gobernantes.
Es admirable cómo Martí desde entonces alerta sobre la necesidad de proteger la naturaleza y especialmente los bosques. 

  La repoblación forestal del valle de México lo llenó de entusiasmo. A propósito escribió:
Repoblar los bosques está siendo para España cuestión vital, que trae preocupados, muchos años hace, a aquellos inteligentes ingenieros forestales que estudiaron a la sombra del recio castillo de Fernando en la alegre Villaviciosa.

  …el Gobierno mexicano ha celebrado un contrato para la plantación de dos millones de árboles en el valle de México. Curioso ítem del documento es este, y muy celebrable: el contratista se ve obligado a traducir cada año, durante cinco consecutivos, una buena obra alemana de arboricultura.
En todos los países la ciencia agronómica ha hecho comprender la gran importancia que tiene la repoblación del arbolado, no sólo urgentísima bajo el punto de vista de la salubridad, puesto que es sabido que modifica las condiciones climatológicas; sino por los beneficios que reporta el capital empleado por los particulares en dicha repoblación.

  Las masas de árboles favorecen las lluvias, dan humedad al aire, evitan que la tomen de las plantas agrícolas y las agosten; sujetan las tierras y las aguas, evitan los hundimientos, los arrastres, las inundaciones y los torrentes; dan frescura al suelo y permiten así que crezcan buenos pastos; forman abrigos en las regiones meridionales para preservar los cereales del viento solano o levante, en el período crítico de la granazón; son, en una palabra, los árboles, además de un elemento de riqueza, los mejores amigos de la agricultura y de la ganadería. (19) (México siembra su valle. La América. NY. Agosto de 1883).

  En sus meditaciones le confiere importancia vital a la protección de los bosques y al incremento de los mismos. Reitero que esta preocupación, planteada en el siglo XIX, constituye todo un vaticinio del grave problema que se enfrenta hoy, en los albores del tercer milenio.

  Le entusiasmó la celebración del Congreso Forestal celebrado en la ciudad norteamericana de San Pablo en 1883. Demostró comprender con profundidad la trascendencia del asunto abordado, lo expresó en los siguientes términos:

  La cuestión vital de que hablamos es esta: la conservación de los bosques donde existen; el mejoramiento de ellos, donde existen mal; su creación, donde no existen. Comarca sin árboles, es pobre. Ciudad sin árboles, es malsana. Terreno sin árboles llama poca lluvia y da frutos violentos.

  Preocupa a los hombres cuerdos congregados en la ciudad de San Pablo, el alarmante decaimiento de la riqueza forestal de los Estados Unidos, que adscriben a la tala brutal y avariciosa de los especuladores. (20) (Congreso Forestal. La América. NY, septiembre, 1883. 302)
  La necesidad de plantar árboles y protegerlos está presente en otros trabajos del Apóstol. En su artículo Inmigración expresa:
  Pero no, no hay contradicciones en la naturaleza. La tierra basta a sustentar todos los hombres que cría. Debiera exigirse a cada hombre, como título a gozar de derechos públicos, que hubiera plantado cierto número de árboles. Lo dicen los árboles, que hablan con el sol, maravillosos sabios: “Escribe un libro: crea un hijo: planta un árbol” (21) (Inmigración. La América. NY. Septiembre 1883. 378).

  La formación de Ingenieros Agrónomos y Agropecuarios, de especialistas en la explotación de la tierra, en el desarrollo de la agricultura, sigue constituyendo una necesidad. Para los jóvenes que se inician en tan hermosa profesión deben constituir un poderoso estímulo las siguientes consideraciones del autor de la Edad de Oro:
  El cultivador necesita conocer la naturaleza, las enfermedades, los caprichos, las travesuras mismas de las plantas para dirigir el cultivo de modo de aprovechar las fuerzas vegetales, y evitar sus extravíos. Necesita enamorarse de su labor y encontrarla como es, más noble que otra alguna, aunque no sea más que porque permite el ejercicio más directo de la mente.

  Y detrás de cada escuela un taller agrícola, a la lluvia y al sol, donde cada estudiante sembrase su árbol. (22) (Trabajo manual en las escuelas. La América. NY. Febrero 1884. 287.)
Tal es su pasión que compara el más fervoroso amor de su vida con un árbol, escribe entonces un bellísimo e intenso poema titulado “Árbol de mi alma". Hay un ritual solemne en torno al precioso árbol, que en la mejor poesía escrita en nuestras letras, queda así:

  De hojas secas, y polvo y derruidas
Ramas lo limpio; bruño con cuidado
Cada hoja, y los tallos; de las flores
Los gusanos y el pétalo comido
Separo; oreo el césped en contorno
Y a recibirte, oh pájaro sin mancha,
Apresto el corazón enajenado!


  Conclusiones

  Los problemas relacionados con el medio ambiente, especialmente la protección del mismo, están presentes en la obra martiana. El Apóstol de la independencia cubana dejó con su obra escrita un importante legado que tiene hoy un valor axiológico indudable y por lo tanto su impronta está presente en la escuela y en la universidad cubana de hoy.
Alertó sobre los problemas que se derivarían de la falta o escasez de árboles y señaló la responsabilidad de los gobiernos en el fomento de los bosques.
  Defensor apasionado de los árboles puede considerársele un precursor de lo que hoy llamamos una posición o un sentimiento ambientalista.
Elogió el Congreso Forestal celebrado en San Pablo, Estados Unidos en 1883, y estimuló con su obra periodística la defensa y protección de los bosques y la siembra de árboles.
Como parte de su concepción ambientalista también se preocupó por el desarrollo de la agricultura en los distintos países, fundamentalmente de América Latina. www.ecoportal.net
  Sr. Recaredo Benito Rodríguez Bosch – Universidad de Las Tunas. Cuba
Bibliografía:
  • Martí Pérez, José: Y Guatemala debiera ver con miedo este mal hábito de entregarse a un cultivo exclusivo. Obras Completas. Tomo 7. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975.
  • Martí Pérez, José: Plátanos. La América. Nueva York. Junio, 1883. Pág. 180. Obras Completas. Tomo 7. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975.
  • Martí Pérez, José: Quesos. La América. Nueva York. Junio, 1883. Pág. 188. Obras Completas. Tomo 7. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975.
  • Martí Pérez, José: Árboles de quina. La América. Nueva York. Octubre 1883. pág. 189.Obras Completas. Tomo 7. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975.
  • Martí Pérez, José: Productos de Venezuela. La América. Nueva York. Agosto, 1883. 241.Obras Completas. Tomo 7. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975
  • Martí Pérez, José: Manual del veguero venezolano. La América. Nueva York, abril 1884. 252. Obras Completas. Tomo 7. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975.
  • Martí Pérez, José: El té de Bogotá. La América. Nueva York. Abril 1884. 411. Obras Completas. Tomo 7. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975.
  • Martí Pérez, José: A aprender en las haciendas. La América. NY Junio, 1883. 275. Obras Completas. Tomo 8. Editorial de ciencias sociales. La habana, 1975.
  • Martí Pérez, José: Abono. La sangre es un buen abono. La América. NY Agosto, 1883. 298. Obras Completas. Tomo 8. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975.
  • Martí Pérez, José: Congreso forestal. La América. NY, septiembre, 1883. 302 Plantación de la vid. La América. Nueva York. Septiembre 1883. Obras Completas. Tomo 8. Editorial de ciencias sociales. La Habana, 1975.
  • Martí Pérez, José: Inmigración. La América. NY. Septiembre 1883. 378. Obras Completas. Tomo 8. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975.
  • Martí Pérez, José: Trabajo manual en las escuelas. La América. NY. Febrero 1884. 287. Obras Completas. Tomo 8. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975.
  • Álvarez de Zayas, C.A. La escuela en la vida. La Habana. ENPES (MES), 1992.
  • Álvarez de Zayas, C.A. Epistemología. Colección Educación y Desarrollo, 1994.
  • Bueno, Salvador: Martí por Martí. Editorial Letras Cubanas. Ciudad de la Habana,1982.
  • De la Torre Tabares, Dra. Angeles: La fisiología vegetal en la obra de José Martí. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 1995.
  • Torres, E y S. Torres: Fisiología Vegetal. Editorial Pueblo y Educación. Ciudad de la Habana, 1995.
Citas:
1. Versos Sencillos. Pág. 25.
2. Tomo 7. Pág.180.
3. Tomo 7. Pág.191
4. Tomo 7. Pág.234
5. Tomo 7. Pág.285
6. Tomo 7. Pág.321
7. Tomo 7. Pág.345
8. Tomo 7. Pág.387
9. Tomo 7. Pág.394
10. Tomo 8. Pág.146
11. Tomo 8. pág.159
12. Tomo 8. Pág.165
13. Tomo 8. Pág.202
14. Tomo 8. Pág.236
15. Tomo 8. Pág.276
16. Tomo 8. Pág.298
17. Tomo 8. Pág.309
18. Tomo 8. Pág.342
19. Tomo 8. Pág.354
20. Tomo 8. Pág.387
21. Tomo 8. Pág.396.
22. Tomo 8. Pág.407